DONDE NACE EL LEGADO
Una escultura en honor al tiempo sembrado

Donde nace el legado es una escultura concebida como objeto ceremonial, una pieza que trasciende la forma para convertirse en símbolo. Su base de barro representa la tierra como origen del trabajo, la historia y la visión; sobre ella, una semilla de arcilla guarda lo no revelado: la intuición que atraviesa generaciones. En la cima, una esfera de vidrio soplado en color plata refleja no solo el entorno, sino el rostro de quien la contempla, recordándonos que el legado también es espejo y presencia.
Creada como galardón para la revista Sociaelite en la celebración de su séptimo aniversario, esta obra rinde homenaje a quienes han sembrado sentido y permanencia más allá del éxito inmediato. Desde disciplinas como el arte, la arquitectura o la vida pública, se reconoce una ética del hacer: una forma de habitar el mundo con belleza, conciencia y profundidad. Esta escultura no marca un lugar, sino un acto vital al servicio del tiempo.


Hay lugares que no figuran en los mapas. Son espacios simbólicos, íntimos, donde lo visible y lo invisible se encuentran. Ahí, donde nace el legado, no hay estruendo, hay profundidad.
No hay aplauso inmediato, hay siembra. Esta escultura ha sido concebida como un objeto ceremonial. Su base, de barro, remite a la tierra de donde todo emerge: la historia, el trabajo, la visión. Sobre ella, una semilla de la misma arcilla guarda lo aún no revelado, la intuición que ha guiado generaciones. Y en la cima, una esfera de vidrio soplado en color plata, pulida como un espejo, refleja no solo el entorno, sino también el rostro de quien se detiene a mirar, recordándonos que el legado también es reflejo.


SOCIAELITE celebra sus primeros siete años rindiendo homenaje a quienes han sembrado más que proyectos: han sembrado sentido, permanencia y comunidad. Desde el arte, el diseño, la arquitectura, la cultura, la empresa o la vida pública, han sido raíz y horizonte al mismo tiempo.
Este trofeo no distingue un instante de éxito. Distingue una forma de estar. Una ética del hacer que transforma. Un modo de habitar el mundo con presencia, con belleza, con conciencia.
Donde nace el legado no es un lugar. Es un acto. Es una vida puesta al servicio del tiempo.
En la historia de cada comunidad,
hay personas que siembran más que proyectos:
siembran sentido, permanencia y memoria.
El trofeo Sociaelite 2025 fue concebido para honrar esas trayectorias.
Diseñado por el artista Adrián Gómez,
esta escultura no celebra el éxito momentáneo,
sino el legado que se construye con el tiempo.
Su base, hecha con barro extraído de la tierra roja de Yucatán,
fue modelada en Ticul —ciudad con profunda tradición alfarera—
en colaboración con el artesano Pedro Pech.


La forma de la pieza está inspirada en la semilla de la ceiba,
árbol sagrado de Mesoamérica, símbolo de lo que germina en silencio,
de lo que transforma sin espectáculo,
de la raíz que sostiene lo visible.
En la cima, una esfera de vidrio soplado en color plata,
pulida como un espejo suspendido,
refleja a quien se detiene a mirar.
Porque el legado también es reflejo:
una presencia que nos trasciende
y nos pregunta:
¿qué dejaste plantado en la tierra del otro?
Este trofeo no dice “ganaste”.
Dice “trascendiste”.
Es símbolo de continuidad.
Reconocimiento a una forma de estar.
A una ética del hacer.
A una vida puesta al servicio del tiempo.

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Cuando imaginé este trofeo, no quise diseñar un objeto decorativo. Quise crear un símbolo. Una pieza que no dijera “ganaste”, sino “trascendiste”.
Que no premiara una meta, sino un trayecto sembrado con propósito.
Desde el barro elegí lo esencial: la tierra. No como recurso estético, sino como materia fundacional, raíz común, peso ancestral. La semilla de arcilla representa lo no inmediato, lo silencioso, lo que germina con tiempo: las ideas que maduran, los gestos que transforman sin espectáculo, la obra invisible que sostiene lo visible.
Y en la cima, una esfera de vidrio soplado en color plata, como un espejo suspendido, refleja a quien la contempla. Porque el legado no es un trofeo que se posee, es una presencia que nos sobrevive y nos pregunta: ¿Qué dejaste plantado en la tierra del otro?
Deseo que esta escultura convoque reflexión y gratitud. Que se convierta en símbolo de continuidad, y que quienes la reciban sientan que su obra —sea cual sea—ha tocado la vida, el tiempo y la memoria colectiva.
Este trofeo no es la cima. Es la raíz que se honra cuando ya florece el bosque.
